La depresión del desempleado

El desempleo puede ocasionar depresión, insomnio, agresividad y pérdida de la autoestima.
La situación del parado, con falta de autoestima, y consideración de inutilidad le lleva a pensar que no sirve para nada.
El tema de la economía familiar se convierte en obsesión. Cada vez tiene menos relaciones sociales. Se recluye.
Si el parado es, además, cabeza de familia, el problema se agudiza y la salud del otro se destruye paralelamente.
Si hay algún problema mental subyacente, el paro lo agudiza de forma inmediata.
El parado de ciudad vive con más angustia la situación (en el ambiente rural hay más solidaridad y existen más posibilidades de subsistencia).
En la ciudad queda el refugio de la familia; pero el afectado se siente infravalorado, pierde autoestima y se encierra en sí mismo. Ni la familia le sirve como consuelo.
Por otro lado, la pérdida de empleo hace aumentar la percepción de empeoramiento de la salud hasta en un 50%. Y entre quienes no tenían ningún tipo de enfermedad la probabilidad de un trastorno nuevo tras el despido es de un 83%.

Convivir con un ludópata

El hecho de ser incapaz de resistir los impulsos a jugar puede llevar a graves consecuencias personales o sociales. Las personas que sufren de ludopatía muchas veces se avergüenzan de ello e intentan que los demás no se enteren de su problema. Estos son los síntomas:
·         Cometer delitos para conseguir dinero para jugar
·         Sentirse inquieto o irritable al tratar de jugar menos o dejar de jugar
·         Jugar para escapar de los problemas o de sentimientos de tristeza o ansiedad
·         Apostar mayores cantidades de dinero para intentar recuperar las pérdidas previas
·         Haber tenido muchos intentos infructuosos por jugar menos o dejar de jugar
·         Perder el trabajo, una relación u oportunidades en sus estudios o en su carrera debido al juego
·         Mentir sobre la cantidad de tiempo o dinero gastada en el juego
·         Necesidad de pedir dinero prestado para sobrevivir debido a las pérdidas ocasionadas por el juego
·         Necesidad de apostar cantidades cada vez más grandes de dinero para sentir excitación
·         Pasar mucho tiempo pensando en el juego, como experiencias pasadas o formas de conseguir más dinero con que jugar

El tratamiento de las personas con ludopatía comienza con el reconocimiento del problema. Sin embargo, la mayoría de los ludópatas comienzan el tratamiento bajo presión ejercida por otros, más que por haber aceptado voluntariamente la necesidad de tratamiento.
Grupos de apoyo de autoayuda, como Jugadores Anónimos ,es similar al de Alcohólicos Anónimos. Los principios relacionados con dejar el hábito (abstinencia) para otros tipos de adicción, tales como la drogadicción y el alcoholismo, también pueden ser de ayuda para el tratamiento de la ludopatía.
Al igual que el alcoholismo o la drogadicción, la ludopatía representa un trastorno crónico que tiende a empeorar sin tratamiento. Incluso con tratamiento, es frecuente comenzar a jugar de nuevo (recaídas).
La persona debe consultar con su médico o un profesional en salud mental si cree tener síntomas de ludopatía.
La exposición al juego puede aumentar el riesgo de llegar a sufrir ludopatía y el hecho de limitarla puede ser útil para las personas que están en riesgo.
Sin embargo, la exposición pública al juego continúa aumentando en forma de loterías, apuestas electrónicas y a través de Internet y los casinos. La intervención ante los primeros signos de ludopatía puede prevenir el empeoramiento de este trastorno.

Dejemos de preocuparmos por tonterías

Es frecuente que encaremos los grandes desastres de la vida con valor y que, en cambio, las mequeñas minucias nos venzan. Las cosas que causan la mitad de los pesares son los pequeños golpes a nuestra estimación, las faltas de consideración, las heridas sin importancia a nuestra vanidad. Las preocupaciones sin importancia nos desagradan y nos angustian sólo porque las exageramos.
Cor lo breve que es la vida y nos pasamos horas ireemplazables en rumiar agravios que, al fin y al cabo, habrán sido olvidados por nosotros y por todo el mundo. Recuerda: la vida es demasiado breve para ser pequeña.

Ser positivo rejuvenece

No hay forma de prolongar la vida indefinidamente, pero unos cuantos cambios en nuestra vida diaria y, sobre todo, una actitud positiva para emprenderlos pueden hacernos sentir,y parecer, más jóvenes, más vitales, más activos.Las personas optimistas reducen el riesgo de muerte prematura (por todas las causas) nada menos que en un 50%, en comparación con las personas catalogadas como pesimistas. Además del hecho comprobado de que el pesimismo se asocia a respuestas inmunitarias (del sistema de defensas del organismo) menos eficaces, una de las explicaciones de ese mayor riesgo de los pesimistas es que, precisamente por su actitud desesperanzada, tienen menos probabilidades de actuar positivamente en su salud, por ejemplo siguiendo dietas sanas o programas de ejercicio o procurando tener una vida social enriquecedora.

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