Es aconsejable que, a partir de los tres años, se favorezcan, en lo posible, los juegos en paralelo con otros niños, y no tardarán en surgir de forma natural en el niño los juegos de asociación y cooperación.
A partir de los cuatro o cinco años, jugar solo o quedarse mirando cómo juegan los demás es una conducta infrecuente, salvo que se trate de niños retraídos que no han desarrollado el aprendizaje social, fundamentalmente a causa de una sobreprotección por parte de los padres.
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