Las personas de edad avanzada llevan peor la pérdida y son más propensos a la depresión y al sentimiento de soledad, pues les resulta más difícil rehacer su vida a esta edad.
Si la persona que sufre la pérdida carece de apoyo emocional de los amigos y de la familia, o de un sistema de creencias religiosas o filosóficas, la ansiedad y el estrés pueden intensificarse. En estos casos, cuando no somos capaces por nosotros mismos de superar la nueva situación, no debemos dudar en acudir a la consulta del psicólogo, quien nos ayudará a afrontar nuestro nuevo camino con más fuerza.
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